Datos recientes sugieren que las similitudes entre madres que viven en diferentes regiones son más notorias que las diferencias. A pesar de esto, se evidencian algunas diferencias regionales, particularmente en la concentración de ciertas proteínas, minerales y vitaminas.
Se desconocen las razones, pero se explicarían, en parte, por la dieta materna y el medio ambiente. El conocimiento de la dependencia o no de la ingesta o de la reserva materna de nutrientes, permite predecir el riesgo de su deficiencia en el bebé; en algunos casos es posible la adecuación nutricional o suplementación de la madre.
Los macronutrientes están poco afectados, dentro de ciertos límites. Sin embargo, en madres desnutridas habría una correlación entre la concentración de grasa láctea y el nivel de adiposidad materna;en el lactante habría una adaptación a menores concentraciones de grasa láctea a través de un aumento en el tiempo de amamantamiento.
El perfil de ácidos grasos se modifica con la dieta materna, de modo tal que la composición de la grasa ingerida se refleja en la grasa láctea. Tanto la dieta previa, que ha determinado la composición de los ácidos grasos del tejido adiposo acumulado durante el embarazo, como la dieta actual, son los principales determinantes de la composición de ácidos grasos de los triglicéridos de la leche.
La ingesta proteica materna no modifica los niveles de proteína total. Sin embargo, puede provocar modificaciones en la proporción relativa entre las proteínas del suero lácteo y la caseína.
Con respecto a los minerales, el yodo y el selenio se encuentran entre los que son dependientes de la dieta materna.
Por el contrario, el calcio, hierro, cinc y cobre no se verían afectados por la dieta.
Sin embargo, se ha observado que las concentraciones lácteas de hierro, cinc y cobre podrían variar según el área geográfica.
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